Lafken Garaje Wine: un vino único y artesanal

¿Te gustan los vinos con personalidad, que expresan el terroir y la pasión de sus creadores? Entonces tienes que probar Lafken Garaje Wine, un vino tinto elaborado por una pequeña bodega familiar en la región de Bío Bío, al sur de Chile.

Lafken Garaje Wine: un vino de autor

Lafken Garaje Wine es un vino de autor, que se produce en pequeñas cantidades y con una cuidadosa selección de uvas de las variedades carignan y malbec. Estas uvas provienen de viñedos antiguos, cultivados de forma orgánica y biodinámica, respetando el medio ambiente y la biodiversidad.

El proceso de elaboración de Lafken Garaje Wine es artesanal y natural, sin intervenciones químicas ni filtraciones. El vino se fermenta con levaduras autóctonas y se cría en barricas de roble francés durante 12 meses. El resultado es un vino con carácter, complejo y equilibrado, que refleja el clima y el suelo de la zona.

Características y maridaje de Lafken Garaje Wine

Lafken Garaje Wine tiene un color rojo rubí intenso, con aromas a frutos rojos maduros, especias, hierbas y notas ahumadas. En boca es seco, fresco y estructurado, con taninos suaves y un final largo y persistente. Es un vino ideal para acompañar carnes rojas, quesos curados y platos condimentados.

Lafken Garaje Wine: una historia de familia y amor por el vino

Pero Lafken Garaje Wine no es solo un vino, sino también una historia de familia y de amor por el vino. Lafken significa “lago” en mapudungun, la lengua del pueblo mapuche originario de Chile, y hace referencia al lago Lanalhue, donde se ubica la bodega. Garaje Wine es el nombre que le dio Miguel Besoaín, el enólogo y fundador de Lafken, a su proyecto personal de elaborar vinos en un pequeño garaje junto a su esposa e hijos.

Miguel Besoaín es un reconocido enólogo chileno, que ha trabajado para importantes bodegas como Concha y Toro, Santa Rita y Viña Tarapacá. En 2005 decidió emprender su propio camino y crear Lafken, una bodega familiar que busca hacer vinos de calidad y con identidad propia. Su filosofía se basa en el respeto por el medio

ambiente, el trabajo artesanal y la búsqueda constante de la excelencia.

Reconocimientos y opiniones sobre Lafken Garaje Wine

Lafken Garaje Wine ha recibido excelentes críticas y puntuaciones por parte de expertos y revistas especializadas. Por ejemplo, la revista Wine Enthusiast le otorgó 90 puntos a la cosecha 2008 y destacó sus aromas a frutos negros maduros, especias, hierbas y notas ahumadas. También resaltó su sabor cremoso y profundo, con taninos suaves y un final largo y terroso.

Si quieres disfrutar de este vino único y artesanal, puedes comprarlo directamente en la página web de la bodega o en tiendas especializadas. Pero date prisa, porque la producción es limitada y se agota rápido. No te pierdas la oportunidad de probar Lafken Garaje Wine, un vino que te sorprenderá y te enamorará.

Cómo organizar una cata comida con Lafken Garaje Wine

Y si quieres vivir una experiencia más completa, te recomiendo que organices una cata comida con tus amigos o familiares. Eso fue lo que hice yo hace unos días, cuando recibí una botella de Lafken Garaje Wine como regalo de cumpleaños. Invité a cuatro personas a mi casa y les preparé un menú sencillo pero sabroso: unas empanadas de carne como entrante, un asado de cordero con patatas al horno como plato principal y un flan casero con nata como postre. Serví el vino

en unas copas amplias y lo dejé respirar unos minutos antes de probarlo. Todos quedamos impresionados por su color, su aroma y su sabor. El vino maridó a la perfección con la comida y nos hizo disfrutar aún más de la velada. Lo que más me gustó fue la reacción de mis invitados cuando les conté la historia de Lafken Garaje Wine y cómo se elabora. Les pareció fascinante y me pidieron que les diera el contacto de la bodega para comprar algunas botellas. Fue una cata comida muy divertida y memorable, que terminó con una anécdota graciosa: uno de mis amigos se quedó tan encantado con el vino que se lo bebió todo y se quedó dormido en el sofá. Tuvimos que despertarlo al día siguiente y llevarlo a su casa en taxi. Pero no se arrepintió de nada, solo me dijo que había sido el mejor vino que había probado en su vida.

La leyenda de Lafken Garaje Wine

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en las tierras del sur de Chile, vivía un joven mapuche llamado Lafken, que significa “lago” en su lengua. Lafken era un guerrero valiente y noble, que defendía a su pueblo de los invasores españoles. Un día, mientras patrullaba por el bosque, se encontró con una hermosa mujer de cabellos rubios y ojos azules, que resultó ser una colonizadora que se había perdido. Lafken se enamoró al instante de ella y la llevó a su aldea, donde la protegió y la cuidó.

La mujer se llamaba María y también se sintió atraída por Lafken, pero sabía que su amor era imposible, pues pertenecían a mundos diferentes y enfrentados. Sin embargo, no pudieron resistir la pasión y se entregaron el uno al otro en secreto. De su unión nació un niño mestizo, al que llamaron Miguel, en honor al arcángel protector.

Pero su felicidad duró poco, pues un día los españoles atacaron la aldea y capturaron a María y a Miguel. Lafken luchó con todas sus fuerzas para rescatarlos, pero fue herido de muerte por una bala. Antes de morir, le pidió a su padre, el cacique de la tribu, que cuidara de su hijo y le enseñara el arte de hacer vino, que era una tradición ancestral de su pueblo.

El cacique cumplió la voluntad de su hijo y crió a Miguel como si fuera su propio nieto. Le enseñó a cultivar la vid, a cosechar las uvas, a fermentar el mosto y a criar el vino en barricas de roble. Miguel creció siendo un experto enólogo, que combinaba el conocimiento mapuche con el europeo. Su vino era tan bueno que se hizo famoso en toda la región y más allá.

Miguel nunca olvidó a sus padres y quiso honrar su memoria. Por eso llamó a su vino Lafken Garaje Wine, en recuerdo del nombre de su padre y del lugar donde lo elaboraba: un pequeño garaje junto al lago Lanalhue. Así nació la leyenda de Lafken Garaje Wine, un vino único y artesanal, fruto del amor entre dos culturas.

La flor del vino Flor de Pingus

Érase una vez una flor que crecía en un viñedo de la Ribera del Duero, en el pueblo de La Horra. Era una flor muy bonita, de color rojo intenso y aroma dulce. Le gustaba mirar las uvas que colgaban de las cepas viejas de Tempranillo, Graciano y otras variedades, y soñaba con convertirse algún día en vino.

Un día, cuando las uvas estaban maduras y dulces, llegaron unos vendimiadores que las recogieron con cuidado y las llevaron a una bodega llamada Pingus. Allí las estrujaron y las mezclaron con agua caliente para extraer el azúcar. Luego las hirvieron con unas flores llamadas lúpulo, que les dieron amargor y aroma. Después las dejaron reposar con unas levaduras, que transformaron el azúcar en alcohol y gas. Así nació el mosto, el jugo del vino.

Pero la flor se quedó sola en el viñedo, triste y aburrida. No quería marchitarse sin haber cumplido su sueño. Así que decidió escaparse y seguir el rastro de las uvas. Se subió a una abeja que pasaba por allí y le pidió que la llevara a la bodega. La abeja aceptó y voló con ella hasta Pingus.

Allí la flor se coló por una rendija y entró en la sala donde estaban los toneles de madera de roble francés y americano, donde el mosto estaba madurando para convertirse en vino. La flor se asomó a uno de ellos y vio el líquido ámbar oscuro, con una espuma cremosa y consistente. Le pareció tan bonito que quiso formar parte de él. Así que se soltó de la abeja y se lanzó al tonel.

Cuando cayó al mosto, sintió un cosquilleo en sus pétalos. El mosto la acogió con cariño y le dijo que era bienvenida. La flor le contó su sueño de convertirse en vino y el mosto le dijo que podía ayudarla. Le explicó que él también tenía un sueño: convertirse en Flor de Pingus, un vino especial, elegante y potente, con sabor amargo y seco, con notas de malta tostada y lúpulo floral. Le dijo que para conseguirlo tenía que pasar 18 meses en el tonel, absorbiendo los aromas y sabores de la madera. Le dijo que si quería podía acompañarlo en ese proceso.

La flor aceptó encantada y se quedó con el mosto en el tonel. Durante esos 18 meses, los dos se hicieron muy amigos y compartieron sus experiencias, sus sensaciones, sus secretos. La flor le dio al mosto su color rojo intenso y su aroma dulce. El mosto le dio a la flor su alcohol, su gas y su amargor.Los dos se transformaron juntos en vino Flor de Pingus.

Un día, llegó el momento de embotellar el vino. El vino salió del tonel y entró en una botella de cristal transparente. La flor salió con él y se quedó pegada a la etiqueta, donde se podía ver una imagen de un cuadro de Joan Miró, que reflejaba la frescura, la modernidad y la versatilidad del vino. El vino le dijo a la flor que no se preocupara, que siempre estarían juntos.

Luego la botella salió de la bodega y entró en una caja junto con otras botellas iguales. La caja salió de Pingus y entró en un camión, que la llevó por carreteras y autopistas hasta los almacenes y las tiendas. Allí la compraron muchas personas que querían disfrutar de una bebida natural, saludable y deliciosa. La llevaron a sus casas, a sus restaurantes, a sus bares. La abrieron con cuidado y la sirvieron en unas copas anchas y altas. La vertieron lentamente, formando una capa de espuma cremosa y consistente. La olieron con deleite, apreciando su aroma intenso y equilibrado. La saborearon con placer, sintiendo su sabor amargo y seco, con notas de malta tostada y lúpulo floral. La acompañaron con comidas picantes, carnes asadas, ahumadas o a la brasa, quesos curados o embutidos. La compartieron con amigos, con familiares, con parejas. La brindaron por la vida, por el amor, por la felicidad.

Así fue el viaje de la flor del vino Flor de Pingus, desde el viñedo hasta la copa. Un viaje lleno de aventuras, de transformaciones, de sensaciones. Un viaje que aún no ha terminado, porque cada vez que alguien abre una botella de este vino, empieza una nueva historia.